Descubre los tesoros naturales que aguarda el parque natural del Garraf.
El Garraf es un parque natural protegido, un tesoro paisajístico repleto de senderos para practicar senderismo, hacer salidas en bici, o llevar a cabo largas excursiones. Cuenta con 12.820 hectáreas de montes, pinares, colinas y caminos de tierra.
Bendecido por un sol siempre cálido durante gran parte del año, y con unas vistas impolutas sobre el mar Mediterráneo, el Garraf acoge a su huésped con soltura y ligereza, sencillez y naturalidad. Penetrar en este bonito parque natural significa encontrarse rodeado por pinares en regeneración, madreselva en ebullición y romero en evolución. Significa pasear por una naturaleza acogedora, rodeado de una fauna cantarina y una vegetación tranquila.
El caminante suele cruzarse con auténticos excursionistas y grupos de ciclistas, recolectores de setas o cosechadores de moras, que siempre le saludan con «Bon dia» o «Bona tarda»: convivir en este entorno verdoso tan mágico endulza el carácter de las personas. Mientras uno avanza por sus senderos de tierra y piedras, se cruza con elementos inesperados: una auténtica masia alzada en el pico de una colina, como si de la Toscana se tratase, una casa elegante y lujosa, alejada y resguardada del bullicio urbano, un restaurante de carnes y platos catalanes, viñas de cultivo, un monasterio budista… Un sinfín de lugares repletos de encanto y espiritualidad, rústicos y a la vez elegantes.
Todas las rutas están señalizadas con carteles, y aunque parezca solitario y despoblado, sus caminos se transitan con asiduidad: perderse no es grave, ya que uno puede estar seguro de que algún autóctono le rescatará. Recorrer sus caminos naturales es una experiencia excepcional, muy espiritual y mística: el paseante nota como su ser interior y su alma conectan armónicamente con el carácter pacífico, sosegado y tranquilo de la naturaleza circundante. Las pequeñas cosas de la vida, como una bonita flor o el gorjeo inesperado de un pájaro, se tornan en auténticas maravillas. Los sentidos se agudizan, la piel se sensibiliza, y la brisa marina acaricia suavemente el cabello revoltoso y suelto.
El espectador queda abrumado por los juegos de colores que se suceden en este entorno vegetal: la brillantez del verde realza su intensidad con el refulgir de los rayos de sol y la pulcritud de un aire puro, limpio y fresco. El cielo azul ampara las carreteras de piedras, y crea juegos de sombras violetas sobre el camino transitado.
El macizo del Garraf enseña, generosamente, la riqueza de su patrimonio natural y cultural, acoge hospitalariamente a su invitado, y lo deja abrumado con su flora efervescente, y su fauna indulgente. El equilibrio instintivo y la esencia calmada de esta naturaleza trascienden su mera existencia, y se introducen deliberadamente por entre los recónditos más profundos del ser para estabilizar sus energías, calmar su temperamento, y apaciguar sus tensiones e inquietudes. Es una experiencia curativa muy poderosa, ideal para diluir los temores y miedos cotidianos.
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